Será una irreverencia – o quizás una hipocresía – sugerir que las organizaciones solo son exitosas cuando mutan para poder extender su oferta a la demanda real de los consumidores, pero que además los ejecutivos de esas corporaciones no lo comprenden?
Los entes de existencia cuasi biológica que hoy conocemos como empresas, rganizaciones no gubernamentales, y hasta los mismos gobiernos, han surgido siempre – énfasis de por medio – como la acción generada de un pensamiento que a su vez tuvo su génesis en una idea. Pero qué es una idea, sino simplemente la sumatoria de energía más información?
Idea, el primero y más obvio de los actos del entendimiento, que se limita al simple conocimiento de algo. Del griego «eideon» resulta ser simplemente, yo veo o yo percibo.
La idea, en consecuencia se origina al aplicar energía personal a una información que se ha generado en el exterior a uno mismo. Por ello, los accionistas, dueños de empresa, políticos y mandatarios, son aquellos que habiendo sido convencidos por la idea, invierten presente creyendo en un futuro posible.
Mediante la inyección de energía en todas sus formas [estructuras físicas, capital humano y recursos financieros suficientes] generan el soporte sobre el que esa idea puede edificarse, subsistir y finalmente sobrevivir. Pero todo esa complejidad que se sostiene en
la idea original, es fundamentalmente mutante, porque se basa en la visión, la percepción y la inteligencia del comportamiento del hábitat, que se transforma permanentemente, justamente porque la vida es un sistema cambiante por definición
- absorbe la información externa del hábitat que muta conjuntamente con la energía interna del creador
- y genera un pensamiento que se convierte en acción.
Por que el cosmos, el sistema solar y en consecuencia el planeta donde asentamos nuestros cuerpos son mutantes. Lo es desde que la tierra es tal, y durante los años en que la humanidad ha caminado su existencia ha podido asistir a esa mutación permanente
de su entorno, que a veces no se percibe mientras ocurre, pero con el transcurso del tiempo, cierta mirada retrospectiva, nos permite advertir que todo ha cambiado. Somos agentes emergentes, y necesariamente adaptativos para poder sobrevivir en un hábitat altamente mutante.
Si entones esas ideas que han originado las organizaciones creadas por el hombre para soportar su existencia, se adaptan las empresas, los gobiernos, y todas las demás creaciones del ser vivo deben adecuarse a los distintos cambios.
Lo que ocurre es que esos emprendimientos no son de una persona o un grupo reducido de colaboradores que dirigen la organización. Esta última se nutre de un conjunto de voluntades agregadas que responden a una cultura que se ha impuesto en cada unidad. Esas voluntades poseen inteligencia, es decir comprenden el camino a seguir y ese
capital humano, es el que es capaz de comprender los cambios del hábitat que y
generar las mutaciones.
Los agentes deben entender esos cambios y los nuevos objetivos que se plantean para lograr mejores resultados que les permitan subsistir como grupo, en la selva en que se ha convertido el espacio mercado. En la selva subsisten desde los hongos hasta los grandes árboles, desde insectos hasta los elefantes, junto a las rosas, los monos y las serpientes. El interrogante en la selva es que todo se auto-organiza sin la presencia de ningún gerente, presidente o consultor, y conviven siendo su objetivo inmediato el sobrevivir sin ser uno alimento de otro.
Nuestras sociedades se comportan de la misma forma. Y su necesidad de sobrevivir, como ente cuasi biológico, es la meta de cada organización, porque en el mercado también existen predadores.
Quienes no entienden los cambios, desaparecen sumidos en propio egolatría de considerarse inmune e impune. Así en los pasados años recientes, hemos visto desaparecer a Enron, a Arthur Andersen, WolrdCom y otras organizaciones empresariales, pero también estamos asistiendo a la desintegración del régimen egipcio, el tunecino, el libio, el sirio y con toda seguridad a otros regímenes o corporaciones que se obstinan en defender lo indefendible: el regreso y la subsistencia del pasado.
La flecha del tiempo tiene solo valores positivos, desde cero a más infinito, pero no reconoce valores de signo negativo. Porque caminar la vida a través del pasado, es como conducir un automóvil mirando solamente el espejo retrovisor. Estaremos seguros de lo que hemos dejado atrás, pero nunca podremos advertir los riesgos que nos acechan a
cada recodo del camino.
Los agentes vivos entonces, concientes de este fenómeno de mutación, entiende los nuevos resultados a obtener y los descuenta a una tasa equivalente a su salario [en el caso de las empresas] o al de su felicidad [en el caso de los gobiernos]. Y allí, en ese
especial reducto, hacen su propia ecuación de costo-beneficio y actúan en consecuencia.
Mientras tanto, los accionistas y/o los gobernantes también traen a valor presente los futuros resultados de las acciones que impulsan. El problema se reduce a que administradores y administrados, gobernados y gobernantes, usen la misma tasa de descuento.
Vale la pena reflexionar – antes de continuar – sobre la obviedad que todas las teorías sobre el comportamiento humano tienen algo de sensación subjetiva, bastante de realidades objetivas y mucho de imaginación y por lo tanto es posible que podamos enfrentarnos con descreimientos sobre cuál de estos componentes expresa con más certeza los valores subyacentes de cada acción a tomar y por ello todo vive suspendido en
el borde de su propio descarte.
Afirmar que el objetivo de una empresa es ganar dinero, es tan absurdo como llevado al escenario político, afirmar que un candidato presidencial tiene como meta ganar las elecciones. – tema que se encuentra instalado en el inconciente colectivo – y ello es no entender la realidad y decidir « enterrar la cabeza en la arena» para no ver
pasar a los camellos.
El objetivo de cualquier organización, desde un emprendimiento familiar hasta un gobierno nacional, pasando por todo tipo de corporaciones comerciales, industriales de servicios u organizaciones no gubernamentales, es legitimarse. Si una empresa logra ser reconocida por el mercado demandante y un gobierno logra ser reconocido como líder de una política nacional, ambos se han legitimado.
Y esa es la primera y única misión de los gobiernos de toda organización plural. Por añadidura, si las corporaciones se legitiman, obtienen mejores beneficios y si los políticos
logran el reconocimiento del espacio elector, obtendrán más votos. Pero como efecto de su legitimación y no como causa de ella. Las realidades son emergentes, impredecibles y
sorpresivas y de esta forma para comprender este esquema, debemos introducirnos
en un espacio en el que es preciso mezclar los conocimientos de todas las disciplinas científicas a las que tiene acceso el ser vivo para poder hallar una respuesta sólida.
Por el contrario, nos han preparado en los últimos 400 años a vivir con una visión cartesiana de causa y efecto y estamos dispuestos a tomar decisiones que tienen una exclusiva base determinista y posible de cuantificar en fórmulas matemáticas – tan queridas por los intelectuales hoy – que agrupan variables mensurables digitales y binarias [si o no, blanco o negro, bueno o malo].
Pero las cosas son buenas y malas, blancas y negras o afirmativas y positivas a la vez, siendo la ambigüedad la norma y no la excepción. La lógica opuesta [esto es la binaria]
se incorporó a la luz de una enseñanza eminentemente racionalista, naturalmente
incomprensible cuando debemos analizar – solo a título de ejemplo – la transformación
de una oruga en una mariposa [que es oruga y mariposa a la vez] proceso que usa
para vivir escasamente unos días.
Y como las organizaciones son también órganos vivos esto nos hace penetrar en un terreno de pura especulación metafísica, y eludir la pretensión de explicar todos los fenómenos todavía inexplicables para el hombre, con palabras que tienen sólo un sentido
abstractamente matemático.
Muchos dirigentes, cualesquiera sea su actividad, por la estructura intelectual aprendida no carecen de la capacidad de concebir algo sin principio ni fin [el universo], ni un
organismo que debe mutar para sobrevivir [todo ser vivo] o de un espacio mercado que legitima emprendimientos o liderazgos, lejos de principios eminentemente racionales y en forma irregular a través del tiempo.
Pensar que todo se resuelve por medios mecánicos [apretamos un botón aquí y se
mueve la polea de este otro lado. o emitimos billetes u obligaciones y generamos riqueza en todos los habitantes] resulta hoy tan troglodita como utilizar palomas
mensajeras en vez de correo electrónico.
Dentro de los sistemas de pensamiento tradicionales, todas las teorías económicas políticas o sociales, necesitan iniciarse con un acto de creación, que incluye la materia y las energías necesarias, pero también las leyes o normas de conducta a las cuales habrán de
atenerse en su implementación.
Ello presupone contestar preguntas que las ecuaciones o las índices tradicionales no están, ni tal vez estará nunca, en condiciones de responder: ¿Y antes? ¿Y cómo? ¿Y para qué? Porque los estados financieros no expresan índices de satisfacción de los mercados ni valores de prestigios o marca, o el nivel de aprobación que los mismos empleados tienen de su propio desempeño. Por eso son estados financieros, que solo representan una
fotografía de todo aquello que alguna vez ha pasado por la tesorería de la empresa.
Tampoco los índices del PIB de un país, dicen nada sobre la pobreza, la cantidad de habitantes iletrados, el nivel de depreciación del signo monetario o de madres solteras desempleadas. Y no hablemos del nivel de felicidad de un pueblo. Son cifras que sólo acumulan datos que hacen creer a los lectores ávidos de estas cifras, que un país está mejor o peor que otro, como lo afirmara el premio Nobel Joseph Stiglitz en su informe sobre el comportamiento de los índices de performance de los países, que le encargara
escribir el Presidente Nicolás Sarkozy.
Pero nadie responde sobre el infinito sin término del espacio y del tiempo,
- o sobre las organizaciones creadas por el hombre que nacen, se desarrollan, se enferman y también mueren,
- o las mutaciones generacionales que cambian las reglas de juego cada segundo
- o las innovaciones que sacuden los argumentos más sólidos para defender un producto o servicio existente.
y de esta forma nos enfrentamos con argumentos tan conocidos como aquellos de «es un tema que escapa a mi área de decisión», o «es parte de la herencia de anteriores administraciones» o «mandaremos un proyecto de ley al congreso para resolverlo» o «lo incluiremos en el próximo plan trienal» o similares que en todo orden, lo único que consiguen es detraer del colectivo organizacional, la idea de resolverlo de inmediato.
Como hacerlo? Es tan fácil o difícil como vivir. Es preciso adaptar las organizaciones para lograr una ventaja competitiva, que no es justamente la habilidad de encontrar mejor gente que los de la competencia, ni invertir capitales mayúsculos para bienes tecnológicamente superiores.
Es la habilidad superior para comprender la realidad mutante y desarrollar certeramente al capital humano propio con inteligencia, transparencia y educación permanente para reconocer las variables propias de un espacio cambiante y cada vez más demandante.
Es preciso entender que las organizaciones estables de por vida ya no existen. El paradigma es adaptarse o ser adoptado.
Tradicionalmente las organizaciones, cualesquiera que ellas sean, nacidas en los últimos doscientos cincuenta años, se basaron en fórmulas mecanicistas que terminan transmitiendo a su capital humano el aforismo típicamente sajón de «Nade o se hunde». [You swin or you sink]
Crear organizaciones es una función necesaria para sostener la vida. En consecuencia, debemos vivirlas y no sufrirlas. Para ello debemos entrenar a quienes tienen la responsabilidad de la dirección a vivir un presente, siendo contemporáneos del futuro y con ello asistirnos a subsistir.
[Anticipo del libro “A la búsqueda del modelo perdido” a ser editado]
© Alfredo Spilzinger
Querido Alfred: He pasado una hora disfrutando profundamente y aprendiendo A LO GRANDE gracias a tus excelentisimos escritos. Siempre inspirador, siempre sabio …. Gracias y que vengan mas !! Joaquin