Mientras trato de hilvanar las palabras que serán frases, y éstas luego un texto, alguien mira por sobre mi hombro y al leer el título, se le ocurre preguntarme: Para esta nueva enfermedad sobre la que escribes, hay ya antibióticos descubiertos?
Más allá de la sonrisa de ese alegre comentario, solo llegan a mis recovecos cerebrales las imágenes de nuestros países de este hemisferio austral del planeta [en su sentido económico y no estrictamente geográfico] mirando con asombro en la forma, desde las pirámides de Keops hasta el Foro Romano, como tiemblan sus fundamentos, movidos por los terremotos financieros.
Todo es confusión. Pero es el primer mundo el que se mueve.
Y aquí que pasa?, preguntan los que no saben, justamente a quienes tampoco tienen
respuestas. Lo que ocurre es que finalmente, los adoradores y replicadores de
imágenes del triunfo, se han dado cuenta que no saben lo que va a sucedernos. Y también el mundo ha percibido que los profetas sólo son producto de la fantasía heroica de la antigüedad, porque desde hace ya tiempo que ninguno se nos presenta para redimirnos de las hecatombes auto – generadas.
Ergo, si no sabemos y no tenemos profetas, no hay otro camino que recorrer nuestras propias experiencias, e intentar aprender de nuestras historias, simplemente para no repetirlas, como expresaba Baruch Spinoza.
Aprender de nuestras propias experiencias y de aquéllas de nos cuentan desde las fronteras.
Hemos sido testigos más de una vez, de conversaciones en las que los ejemplos externos, desprecian las construcciones económicas y sociales de esta parte del continente.
Nuestras organizaciones económicas no son como las del Norte, se escucha en los corrillos de ejecutivos. Es cierto, no tenemos ni Enron, ni Parmalat, ni Lehman Brothers ni Siemens, que se han llevado puestas las finanzas del público en operaciones espurias e irreconocibles.
Nuestros profesionales no tienen el rigor de los norte, se comenta en los pasillos de las universidades. Por cierto, no tenemos empresas como Arthur Andersen que sucumbió en noventa días, por haber sido partícipe necesario de fraudes corporativos.
No tenemos organizaciones judiciales que son prontamente descubridoras de ilícitos y reprimen a los culpables, claman los ciudadanos en las calles demonizadas. Es cierto, no tenemos fiscales como Cirus Vance y agentes policiales que descuartizan rápidamente la figura de un Dominique Strauss Khan, sin soporte de pruebas suficientes.
Nuestras empresas no tienen el cuidado del medio ambiente como las extranjeras, claman los ecologistas. Y tienen razón, no tenemos a British Petroleum que por causas inciertas aún, nos dejó todo su petróleo de regalo sobre la superficie del Golfo de México.
Nuestros emprendedores no son lo suficientemente creativos como para generar nuevas oportunidades a sus clientes, expresan los representantes de los consumidores. También es cierto, no hemos sido capaces de generar un Bernard Maddoff que pudiera crear un sistema Ponzi con lo cual apropiarse de 65.000 millones de dólares de dineros ajenos.
No tenemos sistemas políticos sanos como en el norte, gritan los políticos enfervorizados. Y también es cierto, no hemos podido tener un presidente asesinado como JFK, ni a su hermano Robert ni a un pastor como Luther King.
Claro, replica alguien. No tenemos historia. Y también es verdad, sería extraordinario tener una historia como los griegos, que les permite aplicar los criterios
aristotélicos para poder endeudarse vertiginosamente en una moneda que
causalmente no le es propia sino que comparte con otros 26 países.
Los ciudadanos de nuestros países latino americanos, [y debo agregar en especial los Argentinos] tenemos una mirada de mucha displicencia hacia nuestras propias organizaciones y un enorme deslumbramiento por lo que viene del espectro boreal. No dudamos un instante en rendirnos majestuosamente ante la belleza de un barrio parisino y
lamentarnos por no tener lo mismo en nuestras ciudades. Pero no nos referimos a
las zonas de exclusión donde habitan los argelinos, ni a los barrios donde es
difícil salir y en los que hace poco han dejado ardiendo cientos de automóviles, a modo de protesta generalizada.
Hemos abandonado decididamente a la «xenofobia» para estar cautivados por la «xenofilia». Nos deslumbramos con lo externo [que conocemos muy poco y solamente como visitantes] para invertir nuestro tiempo en menospreciar lo propio. Y nos olvidamos que TODOS los que habitamos esta tierra de promisión [América], hemos venido desde lejanas tierras con más historia que la nuestra de hoy y de las que CASI TODOS huyeron de allí porque resultaba allí, imposible sobrevivir.
No debemos preocuparnos lo que han hecho de nosotros, sino que podemos hacer
con lo que han hecho de nosotros, decía Bertolt Brecht. Si trabajamos sin escapismos extraños, sin pertenencias ideológicas que nos aten a dogmas que sugieran que «esto no se puede» o «aquello es imposible» entenderemos porque el bolígrafo se inventó en Argentina, el bastón blanco de los no videntes también, o el sistema de dactiloscopia que el mundo entero utiliza hoy de la misma forma.
O quizás nos demos cuenta que los mexicanos han aportado la invención del sistema de televisión a color, o la pastilla anticonceptiva. Y que también el walkman y el teléfono
inalámbrico son inventos brasileros.
Y también podremos comprender que existen corporaciones multinacionales argentinas, brasileras, chilenas o mexicanas que tienen cada una de ellas miles de gentes trabajando y que esos emprendimientos han nacido del espíritu creativo o innovador de sus fundadores.
Y que no tenemos más premios Nobel en nuestro acervo intelectual local,
simplemente porque en el hemisferio boreal, no nos apadrinan porque muchos de
ellos nos siguen considerando tribus de aborígenes a quienes se les puede comprar con espejos de colores.
Pero el ser vivo, complejo, adaptativo y emergente, es una sucesión de conflictos. Nacemos para aprender a morir – decía Platón – y de cada conflicto genético nace un ser vivo que completará una fase vital para dejar lugar a otro que lo reemplace. Y esto es aquí y en Hong Kong. En Santiago de Chile y en Katmandú. En Montevideo y en Montecarlo. Y cada ser vivo debe cumplir con el mandato de hacer. Sin limitaciones. Sin inferioridades. Sin complejos. No olvidemos que el que calla otorga.
Ser un adepto a la xenofilia, sólo nos precipitará a la soledad que debemos combatir. Cada ser vivo, lo es porque interactúa con la «otredad» y en esa interacción somos todos iguales. Lo que nos diferencia es la estrategia que adoptemos. Y esa es la respuesta que estamos buscando. Una estrategia que requiere
- Definición actitudinal respecto de los recursos
- No es que no existan recursos sino que debemos quitarlos de su situación de caos y colocarlos en medio de la complejidad del
sistema y aprender a utilizarlos - Evitar la nostalgia, esto es no sentir miedo por el futuro
- El pasado no fue mejor que el presente
- Ser proactivo y no reaccionar por los impulsos externos sino a causa de la propia fuerza interna
- Cada uno de nosotros somos los hacedores de nuestro camino, y la interacción debe ser una propuesta interna y positiva
- Reconocer las respuestas y ser flexible al cambio
- A cada acción sobrevendrán reacciones, y la retroalimentación es fundamental en los sistemas complejos. Ser flexible significa interpretar lo que piensa la «otredad» y comprender la necesidad de rever nuestras decisiones
- Ser contemporáneos del futuro
- Hagamos el intento de pensar en el túnel del tiempo y reconocer como reaccionaría nuestro modelo en el futuro para luego volver con él a nuestro presente para reformularlo
No somos ni mejores ni peores que los países del Norte.
Simplemente porque somos hijos de sus propios habitantes y hemos heredado todo lo bueno y también lo malo que nos legaron esos ancestros. Ni siquiera somos iguales. Somos diferentes, como un hijo lo es de su padre.
Y si lo comprendemos así, podremos reunirnos alrededor de la mesa familiar e interactuar sin temores ni menosprecios. Cada uno con su estrategia. Cada uno de con sus caminos recorridos, no importa cuán largos hayan sido. Cada quien debe recorrer el suyo.
De no reaccionar de esta forma, cada uno en su esfera de acción, quizás nos pudiera pasar lo que expresara el pastor luterano Martín Niemöller al ser preguntado por su inacción frente al gobierno nazi en 1945 [poema erróneamente atribuido a Bertolt Brecht]:
Cuando los nazis vinieron a llevarse a los comunistas, guardé silencio, porque yo no era comunista,
Cuando encarcelaron a los socialdemócratas, guardé silencio, porque yo no era socialdemócrata,
Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas, no protesté, porque yo no era sindicalista,
Cuando vinieron a llevarse a los judíos, no protesté, porque yo no era judío,
Cuando vinieron a buscarme, no había nadie más que pudiera protestar.
© Alfredo Spilzinger
Muy bueno, Alfredo! No tenía idea de que el walkman, el teléfono inalámbrico, y la TV a color fueran inventos de América Latina. Cuando hay una visión y empuje para seguirla, se puede. Hay miles de casos. Todo lo demás… son excusas.
Un abrazo!