El tiempo es ciertamente una creación del hombre. No existe tal medida en el universo. En el planeta Tierra, el ser vivo logra a través de la concepción del tiempo, simplemente separar acontecimientos para que éstos no se den simultáneamente.
Porqué lo hace? Porque genéticamente, estamos preparados para transcurrir en la flecha del tiempo en forma progresiva y escalar hechos con una medida temporal en unidades de, digamos, yocto segundos [ ó 10−24 segundos = 0,000 000 000 000 000 000 000 001 de segundo].
Nos deslizamos desde el T₀ hasta el T ∞ ͚ [en términos matemáticos desde el t – tiempo – cero hasta el t infinito] empujados por la vida misma. Esto es que todo ser vivo tiene una relación tiempo- espacio ineludible. Nacemos, nos desarrollamos y morimos, en forma secuencial. Si se diese todo al mismo momento, simplemente no existiríamos.
Por ello esos tiempos, creados a imagen y semejanza del ser vivo, tienen su razón de existencia cuando los aplicamos no solamente al hombre sino también a sus creaciones. Esas entelequias que nos sirven para sobrevivir sobre la corteza terrestre. Creadas como un organismo más.
Porque el hombre no tiene suficiente poder de abstracción mental como para crear organizaciones diferentes de su propio ser. De tenerla, nos permitiríamos el lujo [el atrevimiento, la audacia, la inconsciencia] de generar organizaciones más perfectas que nosotros mismos.
Las corporaciones, los estados, las naciones, las fundaciones, los clubes de futbol, no pueden entonces evadir los tiempos. Es decir la cronología de sus decisiones. En consecuencia crearlas, organizarlas y dirigirlas, resulta una tarea ciclópea porque requiere de atributos de conocimientos, templanza y seguridad que permitan adoptar decisiones que se compadezcan de esa organización témporo-espacial casi biológica que adquieren esos entes.
Como todo sistema complejo, cualquier organización [esto es un órgano que funciona] debe respetar la aprobación de una filosofía, a partir de ello el diseño de un modelo, y aprobado éste la generación de reglas de acción. Esto último generará un comportamiento que servirá para retroalimentar ese círculo virtuoso.
Pero el secreto es no eliminar o sobrepasar alguno o todos estos tiempos. Diseñar un modelo sin filosofía, es tan perverso como producir reglas desde una filosofía. Esas organizaciones, como seres vitales, deben imprescindiblemente respetar esos tiempos. De lo contrario, produciremos un cuerpo deforme, o mas bien informe, y de muy próximo límite de duración.
Un científico que ha sido ampliamente galardonado por sus estudios sobre los tiempos en la vida ha escrito:
«En el desarrollo de un organismo, como en el teatro, el momento lo es todo. Imagínese si, una noche, los actores en una obra de teatro fueron a perder todos las señales, diciendo cada línea de su parlamento a la perfección, pero siempre demasiado pronto o demasiado tarde. La representación sería un desastre. Lo mismo es cierto en el desarrollo embrionario. Desde el momento en que los espermatozoides y el óvulo se encuentran, las células en el embrión se envían señales entre sí para coordinar el crecimiento de los órganos, las extremidades y los tejidos. No sólo las señales tienen que ser correctas, sino que también deben estar perfectamente sincronizadas. De lo contrario, desastres pueden sobrevenir. Como el cáncer.»
Este científico que hoy hemos convocado para nuestro encuentro complejo, es el Profesor Marc Kirschner,licenciado en química y doctor en bioquímica y actual director del Laboratorio Kirschner de la Harvard Medical School [Premio William C. Rose, Premio Internacional de la Gairdner Foundation, Ganador de la medalla E.D. Wilson, el premio Dickson de la Universidad Carnegie Mellon y el premio Rabbi Shai Shacknai de la Universidad de Hadassa].
Vaya aquí nuestro homenaje.
© Alfredo Spilzinger