Leernos decir que nos referiremos a las procariotas, puede parecer bien un insulto, bien una proclama política Pero no es nada de eso. Nos referimos con todo respeto a la interacción antes que el ser humano fuera tal. Como es esto?
Estuvimos convencidos que el twitter era la ultima creación del hombre para su interacción entre humanos. Ese 13 de julio de 2006 en que se publicitó su creación, quedo marcado en los teclados de los ordenadores, como el inicio de un nuevo desafío.
Escribir lo indispensable, en un máximo de 140 caracteres, era la creación inefable de Jack Dorsey. Era como si estuviésemos frente a la verdad revelada. Ante algo nuevo. Algo nunca percibido. Ni Graham Bell con su teléfono en 1876, ni Marconi con su transmisión sin hilos conductores en 1897 lograron subir tan súbitamente al podio de la fama trascendental.
Con el twitter el ser humano comenzaba a comunicarse con mensajes instantáneos, a través del éter, con sus semejantes. Sin demoras. Sin necesidad siquiera de conocerse. Que ocurrencia tan inesperada, algunos supieron mascullar.
Pero la desilusión arriba muy pronto. Se arrojó luz sobre el origen de estos aparentes nuevos descubrimientos. Esos mensajes instantáneos ya existían e increíblemente aun dentro de nuestro propio organismo. Las procariotas, conocidas como bacterias, amigas y enemigas del ser vivo, demostraron que se comunican con pequeños twitts y de esta forma pueden sobrevivir al ataque de sus depredadores.
Eshel Ben Jabob, eminente investigador de la Universidad de Tel Aviv, descubrió ese juego de interacciones químicas que con pocos caracteres permite a las bacterias comunicarse entre si. Efectivamente, las bacterias que se esconden tras todos los órganos del cuerpo humano, se comunican, mutan y se defienden.
Se defienden de depredadores extraños [antibióticos por ejemplo] y se comunican entre si para mutar todas a la vez para no ser reconocidas.
En proporción de 50 veces mas que el numero de células que componen cada humano, tenemos dentro de nuestro cuerpo un conjunto de interacciones, de twitts por los que o nos curamos o nos enfermamos.
Por ello el increíble invento, ya se había inventado. Desde hace más de 4000 millones de años, el planeta tierra tiene un sistema de comunicación digital que ha permitido finalmente a esas procariotas mutar, evolucionar y terminar por convertirse en Barack Obama, Wolfgang Amadeus Mozart o Lionel Messi, solo por generar algunos ejemplos. Y Ben Jacob nos ha permitido reconocer la inteligencia explícita de esos organismos primitivos, finalmente más hábiles socialmente que el ser al que han dado vida.
Las organizaciones sociales, compuestas de agentes a su vez plenos de bacterias, no ha logrado tener la suficiente creatividad para interactuar entre si, mutar y lograr formar claustros de defensa reciproca que nos libere de las continuas crisis que padecemos.
Curar esa epilepsia mental que invade los espacios mercado, como lo define Ben Jacob.
Porque las bacterias reconocen un comportamiento social y un coeficiente de interacción que les permite sobrevivir en un escenario permanentemente cambiante. Como la vida misma. Si las comunidades de seres humanos no aceptamos reglas de juego como el de las colonias de procariotas, terminaremos como en la jungla, incomunicados, inflexibles a la mutación adaptativa y convirtiéndonos cada uno en alimento de nuestro propio vecino.
Porque sin interacción, la vida termina siendo exactamente eso.
Nota: Nos acompaña hoy la imagen del eminente profesor Eshel Ben Jacob
Gracias Alfredo por este excelente artículo.
Saludos cordiales.
Pablo