Vivimos la transición. Pero no recién ahora. Siempre. Una transición entre el nacimiento y la muerte. Llamada por algunos exégetas , la desaparición. Que palabra sin sentido. Desaparecer,  es como creer en fantasmas.  El miedo a la muerte hasta hace ser temerosa su palabra.
La muerte es. Existe como parte de la vida misma. Sin muerte no entenderÃamos que es la vida. Por eso transitamos. De un estado de vida emergente, una salida al caos, a un estado de pleno orden: el cementerio.
Y en ese transitar, cuando algunos viandantes entienden que la maravillosa y misteriosa vida tiene un fin, tratan de quebrar las reglas del buen vivir, para corromperse. «Si  esto se termina, hagamos lo posible para hacernos de todos los bienes que nos hagan felices en este tiempo de transición» suelen pensar.
Y allà se genera la co-rrupción. Porque es con-junta. Siempre hacen falta dos al menos para llevarla a cabo. Es como para bailar el tango. Se necesitan dos. Al menos.
Y esa corrupción, toma figuras diferentes, que siempre finalizan mal. El robo, el fraude, la dictadura, son todas formas del sÃndrome del Superman, que adquieren los que se resisten a pensar que hemos nacido para morir. Si pudo vivir, pudo el todo.
Porque  somos el único ser viviente que sabe al nacer, que se va a morir. Ni el elefante, la mariposa, el clavel, el pulpo o la mosca lo saben. Quizás por eso no se corrompen.
Pero más aún, al advertir el deterioro delos valores que acaban con los principios de interacción y convivencia, suelen establecer fechas mágicas, en las cuales todo terminará para empezar de nuevo. Es nuevamente el miedo a la muerte, que intenta hacer emerger la solución mágica de un renacer mejor.
Es quizás el antÃdoto que le queda a los no corruptos, para creer que algún dÃa podrán volver a la vida. Diferentes, distintos, pero a la vida al fin. La resurrección de los muertos, el Apocalipsis, el fin de los mayas o los ángeles resurrectores, la Jerusalén reconquistada, tienden a tender un manto de piedad a la terrible pero impiadosa presencia del ángel de la muerte. Con el perdón de todas las creencias religiosas.
Del fin del mundo hablamos. De qué mundo? Que es el mundo? Los seres vivos, el globo terráqueo, el sistema solar, el cosmos? Nadie lo sabe. Palabra latina robada del griego« cosmos» que significaba orden, es casi insostenible. Si vivimos en la complejidad con tendencia al caos. El orden no existe salvo en el campo santo.
Entonces el fin del mundo se referirá a la ruptura del orden para volver al caos? A la vuelta a la vida de aquellos que en el cementerio lograron el orden? Si fuese asÃ, deberÃa alegrarnos antes bien que asustarnos.
Considerado por los expertos en impuestos, serÃa como un blanqueo. Una vuelta a la vida de aquellos que por alguna razón misteriosa se ocultaron debajo de la alfombra, como esos residuos que nadie quiere ver, pero que todos saben que existen.
La interpretación de los jeroglÃficos mayas, trajo en este fin de 2012, una jocosa y atrevida mueca de risa a los aburridos terrÃcolas.
La mistérica vida, seguirá siendo eso: un gran signo de interrogación al que solo podemos agregar un signo de admiración, la nuestra. Porque al no comprenderlo, nos animamos a jugar a un final de blanqueo, de resurrección,  con finales apocalÃpticos y mientras tanto con corrupciones con sus manos más cerca de lo ajeno que de lo propio  y con el sálvese quien pueda.
Pero nadie puede. Hitler, Stalin, Mussolini, Khadafi,  Madoff,  terminaron desnudos, sin poder ni riqueza. Solo cubiertos por la mortaja del odio de sus similares. Y esto es solo por mencionar a los que todavÃa recordamos haber visto, pero hay una larga lista de actuales corruptos que esperan con el ticket ya comprado, en la larga fila de los ingresarán a su debido tiempo a la catacumba de los despreciados.
© Alfredo Spilzinger, 2012
Gracias Alfredo por tu artÃculo.
Saludos cordiales
Pablo Alvarez H.
El martes, 25 de diciembre de 2012, Alfredo Spilzinger escribió:
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